Rituales y deidades antiguas en la historia de Ibiza.

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Historia de Ibiza - 4ª parte: Los dioses de la Ibiza antigua
Por Emily Kaufman
Los dioses de la antigüedad tronaban desde los cielos, empuñando rayos y derrotando a todo adversario… o así reza el cliché mitológico. De hecho, el imaginario antiguo abarcaba un amplio ámbito de arquetipos masculinos y los atributos que asignaban a sus dioses englobaban desde lo fiero y bélico hasta lo manso y santo. Utilizando el panteón de Ibiza como ejemplo, vamos a explorar esta diversidad tal como se manifestaba en las cinco divinidades masculinas veneradas en la isla en tiempos fenicio-púnicos.

Encabezando la lista tenemos a Melqart, dios supremo de la polis fenicia Tiro y consorte de la diosa Astarté. Juntos, esta pareja componía una deidad dual que funcionaba en tándem, cada uno velando por sus esferas de protección. A lo largo de los siglos, a medida que las necesidades de la sociedad cambiaban, estas esferas de protección también cambiaban. Melqart significa literalmente “señor de la ciudad”. Su función primordial era salvaguardar el bien común, pero eso podía percibirse de manera diferente durante las diferentes etapas de la historia. Por ejemplo, cuando Tiro era una ciudad costera emergente en el tercer milenio a.C. (hace más de 4.000 años), luchando para sostenerse en una fina franja de territorio, Melqart fue concebido como un dios agrario, guardián de la cosecha y protector del perpetuo ciclo de vida, muerte y renacimiento. Se asociaba con los cultivos invernales de trigo y cebada, los alimentos básicos necesarios para la supervivencia de la población. Pero, a medida que Tiro se convertía en una ciudad próspera y sofisticada, con una amplísima red comercial, el dominio de Melqart pasó de la tierra al mar, y su área de custodia saltó de la agricultura a la marinería y el comercio. Incluso se le atribuyó el descubrimiento de un cotizado tinte púrpura, extraído de las conchas Murex, y que fue una de las exportaciones más valiosas de Tiro.



La doctora María Eugenia Aubet señala en su libro, “Tiro y las colonias fenicias de Occidente” que «Melqart extendía su protección no sólo sobre las empresas comerciales, sino que se estableció como protector de los colonos que se quedaban en tierras lejanas». La arqueóloga añade que, en la conducta de los negocios, Melqart garantizaba la honestidad y el trato justo, por lo cual, «El nombre del dios se invocaba en los juramentos que legalizaban los contratos». Con estos atributos fidedignos para recomendarle, el culto de Melqart prosperaba en Ibiza, donde se veneraba en la fase colonial temprana de los siglos VI y V a.C. (hace unos 2.600 años). Aunque restos materiales no han sobrevivido, podemos suponer que aproximadamente donde ahora se ubica la catedral de Dalt Vila, hubo en su época un templo honrando a Melqart. También, una tableta grabada en su alabanza se encontró en el santuario de es Culleram (cerca de Sant Vicent), de la cual podemos deducir dos cosas: primero que a Melqart se le seguía venerando durante el posterior periodo púnico y, segundo, que, al igual que Tanit, fue venerado con un festival anual de resurrección a finales de febrero y comienzos de marzo. Como dios marítimo, sus símbolos alusivos eran delfines y atunes – motivos que aparecían en las monedas fenicias. A diferencia de los dioses griegos, Melqart no se representaba en forma humana. En sus templos, fue servido por una clase sacerdotal que practicaba el celibato; andaban descalzos, vestían lino blanco y llevaban una banda alrededor de sus cabezas afeitadas.

Otro dios fenicio importante, cuyo culto prosperaba en Ibiza, era Eshmun, el dios de la sanación. Él era para Sidón (otra polis fenicia), lo que Melqart era para Tiro: el dios supremo de la ciudad. Los griegos le equipararon con Asclepios, hijo de Apolo y ambos dioses de la sanación. A pesar de que la arqueología es muda respecto a su culto en Ibiza, dos pistas indirectas señalan de una presencia importante. Nuestra primera pista se basa en la prevalencia en la Ibiza púnica del apellido Abd’eshmun, que significa “sirviente de Eshmun”. En el mundo arcaico, los teónimos (apellidos derivados de los dioses) eran muy comunes. Cuando una cultura vencedora suplantaba a una subyugada, los habitantes anteriores a menudo intentaban conformar a la nueva clase dominante modificando sus apellidos. Así sucedió que, tras la victoria de Roma sobre Cartago, Ibiza registraba una incidencia inusual del apellido Apolonius, derivado de Apolo, homólogo de Eshmun. Los epigrafistas han interpretado esta proliferación como una latinización masiva del apellido púnico Abd’eshmun en una tentativa de congraciarse con los burócratas romanos. Un segundo testimonio al culto de Eshmun en Ibiza se descubrió en Murcia en la forma de una inscripción latina: sacerdos Asculepi Ebusitani. Esto se traduce como “sacerdote Ibicenco de Asclepios” y parece ser una referencia a la orden sanadora de Eshmun en la isla. Los romanos también equiparaban Eshmun con Mercurio, cuyo símbolo era el caduceo con dos serpientes entrelazadas. Hoy sobrevive como una insignia de la profesión médica, aunque, en su forma fenicia, Eshmun se representaba con una sola serpiente.



Una tercera deidad fenicia que se veneraba en Ibiza fue Reshef, dios de la guerra. Poco se sabe sobre su culto en Ibiza, que arqueológicamente está atestiguado por una estatuilla de plomo descubierta en el bastión de Sant Joan, además de una inscripción en es Culleram. El ex director del Museo Arqueológico de Ibiza, Jordi Fernández, resume su perfil básico: «Como divinidad, es equiparable al Apolo griego: era el señor de los relámpagos y como símbolos alusivos tiene el hacha, la lanza y el escudo, lo cual le convierte en un dios de la guerra».

Nuestro siguiente dios es Bes, por quien Ibiza fue nombrado. Esta deidad era amante de la diversión y muy juerguista. Sus dos características principales eran su capacidad de ahuyentar a las serpientes y otras criaturas venenosas, y su predilección por la danza. Adoptado por los fenicios de Egipto, se concebía más bien como un dios secundario o espíritu benévolo. El epigrafista Solà Solé teorizó que a los primeros colonos fenicios les debió haber impresionado la ausencia de animales venenosos, y, atribuyendo este estado favorable a la protección divina de Bes, nombraron la isla por él. Prácticamente todas las primeras monedas de cuña Ibicenca llevaban una imagen de Bes, panzudo, patizambo y empuñando una serpiente en la mano. Esta representación peculiar se relaciona al hecho de que Bes se originó en la África sub-sahariana, donde los pigmeos (cuya morfología se refleja en Bes) tenía fama por bailar la “Danza de Dios”, de ahí su asociación con el canto, el baile y la fiesta.



Baal Hammon, nuestro último dios, fue una deidad cruel y exigente, una versión semítica del Cronos griego y del Saturno romano. Juntos, Baal y Tanit formaron la deidad dual adoptado por los cartagineses para reemplazar a Astarte-Melqart tras su ruptura con Tiro en 480 a.C. Por algún motivo, aunque la isla rebosa restos arqueológicos de Tanit – el culto de Baal no está tan claramente evidenciado. Casi parecería como si los isleños continuasen a venerar a Melqart junto a Tanit, una suposición inferida principalmente por la famosa placa de doble cara encontrada en es Culleram. Una cara de la reliquia lleva una dedicación a Tanit, la otra a Melqart. ¿Por qué no se reemplazó la inscripción a Melqart con una a Baal? La respuesta se esconde en la bruma del tiempo, pero es tentador imaginar que los isleños antiguos resistían renunciar a su benévolo dios fundador. Respecto a restos de Baal, dos terracotas se descubrieron entre los bienes funerarios de la necrópolis de Puig des Molins, ambos representando al dios sentado sobre su trono con aspecto severo y juzgador. Con esto, terminamos nuestro relato para hoy. El próximo día, retomaremos el hilo en las guerra púnicas donde los cartaginenses suplicaban desesperadamente a Baal por la victoria sobre Roma. Aunque, todos sabemos cómo terminó aquello... •

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