¿Contienen los cristales poderes de sanación especiales, o acaso las “pruebas” de ello son mera pseudo-ciencia?

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El poder de los cristales
Por Jinny Throup
Se trata de un tema que a menudo provoca un agitado debate: ¿contienen los cristales poderes de sanación especiales, o acaso las “pruebas” de ello son mera pseudo-ciencia y poco más que ejemplos del famoso efecto placebo? IbiCASA ha decidido investigar... y hemos descubierto cosas realmente fascinantes.

¿Qué son exactamente los cristales?

Empecemos por el principio. ¿Qué son exactamente los cristales? La primera imagen que nos vendrá a la mente seguramente sea la de una amatista o un cuarzo rosa resplandeciente expuesto en una tienda new-age entre aromas de incienso. Pero, de hecho, “cristal” es el nombre científico de cualquier sólido con una distribución regular y repetitiva de átomos y moléculas que, aunque fijos en el espacio, pueden vibrar ligeramente. Entonces, ¿qué es lo que diferencia un montón de metal de un cristal? Aquí es donde se pone interesante la cosa: en la mayoría de los minerales que surgen de forma natural (como el hierro), las células individuales son simétricas, pero en lo que solemos llamar “cristales” (como el cuarzo), no lo son. Esta característica única de los cristales tiene que ver con algo llamado “piezoelectricidad”.

Cristales y Piezoelectricidad

Piezoelectricidad es, dicho de forma sencilla, la existencia de voltaje (un potencial eléctrico) en un cristal cuando se ve sometido a estrés mecánico por presión. Fue descubierta en 1880 por los hermanos Pierre y Paul-Jacques Curie. Ellos pudieron demostrar que, si ciertos cristales (como el cuarzo, la turmalina, el topacio y la sal de Rochelle) eran presionados, entonces les atravesaba una corriente de electricidad. En efecto, cada cristal se convierte en una pequeña batería, con carga positiva en una cara y carga negativa en la contraria. Bajo presión, ambas caras se conectan creando un circuito, y entre ellas fluye una corriente eléctrica.

Los hermanos Curie también descubrieron que los cristales tienen una cualidad adicional compatible: si le pasa electricidad desde una fuente externa, el cristal vibra de lado a lado. Hace esto porque cuando envías voltaje a través de un cristal piezoeléctrico, los átomos en su interior se mueven para re-equilibrarse y el cristal cambia ligeramente de forma. Las consecuencias de estos descubrimientos son poco menos que monumentales, y es asombroso darse cuenta de lo importantes que son los cristales para el tipo de vida que llevamos hoy en día. Su desarrollo comenzó con el uso del cuarzo en los relojes, ya que ayuda a estabilizar el flujo de energía, permitiendo que pueda marcarse un tiempo regular. El descubrimiento de la utilidad de los cristales continuó con la invención de la radio, que originalmente se llamaba “radio de cristal”. Pero es en los últimos 20 años que el uso de los cristales se ha convertido en algo muy extendido.

Los cristales y la tecnología moderna

No es ninguna exageración decir que los cristales son esenciales para el funcionamiento de toda la tecnología moderna. Los microchips, que son los componentes esenciales de toda una increíble gama de productos (desde los que usamos en nuestra vida cotidiana hasta aparatos extremadamente especializados), son cristales piezoeléctricos de silicona. Veamos algunos ejemplos, pues seguro que algunos de ellos al menos les resultarán sorprendentes. Los chips de cristales de silicona están en el corazón de todo ordenador y teléfono inteligente, y sus pantallas LCD están compuestas de cristales líquidos (las siglas LCD en inglés significan pantalla de cristal líquido). La impresora de chorro de tinta y la de matriz de puntos también utilizan activadores piezoeléctricos. Y estos son tan solo unos pocos de entre miles de aparatos que utilizan la tecnología informática de cristales de silicona. Estos microprocesadores están instalados en todo: desde cajeros automáticos y aparatos de facturación en aeropuertos, a marcapasos o sensores de monitoreo oceánico. Cualquier cosa que requiera que la energía se convierta en sonido utiliza cristales piezoeléctricos. Otros ejemplos van desde los instrumentos de cuerda acústico-eléctricos (como guitarras, violonchelos, etc) a los micrófonos, desde los juguetes que emiten sonidos hasta las tarjetas musicales de felicitación.



Muchas de las cosas que damos por sentado en nuestros coches, como los sensores de los airbag, las alarmas o los sensores que avisan de posibles golpes o de que no llevas puesto el cinturón, utilizan la piezoelectricidad. Avanzando de ahí hacia aplicaciones más especializadas, la piezoelectricidad es muy importante en la industria médica, donde es utilizada para procedimientos ultrasónicos, en imágenes ultrasonido y en monitores cardíacos fetales. La industria militar y de defensa también utiliza cristales piezoeléctricos en sondas de profundidad, hidrófonos, micro-robótica y balas que modifican su curso. Esta no es para nada una lista completa, pero muestra claramente hasta qué punto son diversos los usos de los cristales en la vida moderna.

Cristales y sanación

Por tanto, si los cristales son tan potentes que tienen tal impacto en nuestras vidas, ¿resultaría exagerado considerar que tal vez sus poderes puedan llegar a ser sanadores? Los cristales claramente tienen una capacidad única de conducir energía, y los físicos nos dicen que todo en el universo es una forma u otra de energía, incluyendo nuestros cuerpos. Desde luego, nuestros ancestros pensaban que los cristales tenían poder para sanar, y el uso de cristales, minerales y gemas se remonta más de 30.000 años a los tiempos Neolíticos. A lo largo de la historia, muchas culturas antiguas de todo el mundo los usaron para sanar y adivinar, en rituales de enterramiento y como adornos. Se encuentran entre ellas las culturas de los Antiguos Egipcios, los Griegos, los Mayas, los Aztecas e Incas, o las tribus indígenas de Norteamérica y Australia, por nombrar algunas.



El motivo por el que los cristales son esenciales para la tecnología moderna es que sus estructuras son increíblemente ordenadas y equilibradas, y la energía que emiten es totalmente constante. Estas características hacen que sea posible que almacenen grandes cantidades de información. Además, responden a las energías de su entorno, reaccionando ante vibraciones externas. Sumemos esto al hecho de que las células en nuestros cuerpos vibran a diferentes frecuencias, que reflejan nuestro estado de salud y bienestar. Así pues, cuando entramos en contacto con un cristal, detecta la vibración de nuestras células. Si hay alguna energía discordante, la poderosa y constante energía del cristal tiene el potencial de transformarla de nuevo en armonía coherente.

Esto, en resumidas cuentas, es la base de la sanación con cristales. Pero el propósito de este artículo no es intentar convencerte de que los cristales tengan o no el poder de sanar. Sin duda el debate sobre ello seguirá durante muchos años a venir. Concluyendo, sí merece la pena tomar nota de que, sin estos increíbles minerales forjados hace millones de años durante los primeros tiempos de la formación de la Tierra, nuestra vida en el siglo XXI sería irreconocible.

Y eso, desde luego, es en sí mismo poderoso. •

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